Volver
Que 20 años no es nada, reza el tango Volver de Carlos Gardel.
En un par de
días cumplo 20 años en España y ese joven de 35 años que llegaba con toda la
ilusión de pisar la tierra de sus abuelos y que ahora, las nieves del tiempo platearon
su sien, no sabía que en realidad estaba retornando. Él se lo había pensado
mucho previo de tomar la decisión de emigrar y no esperaba que esa tierra lo
acogería con tantas emociones y sensaciones desde el primer minuto de arribar.
Como si Madrid supiera que, aunque él venía con toda esa desbordante ilusión,
también venía frágilmente solo y lo estaba esperando con la grata sorpresa de un
cálido abrazo familiar, de esos abrazos que él recordaba de su infancia que sus
abuelos le daban al llegar a sus casas.
Era también para
él ese sueño por cumplir, el que la sangre, que siempre tuvo esa añoranza como
una espina clavada en el corazón, pudiera retornar a su tierra y cerrar el
círculo. Recuperar los aromas y sabores de su infancia. Volver a emocionarse
con un bocado de arroz con leche o un guiso de lentejas como los que preparaban
sus abuelas o darse la vuelta al sentir el aroma de laca de cabello en una
señora que pasaba a su lado y recordarlas cuando regresaban de la peluquería,
mientras una lágrima brotaba y la sonrisa abría paso a la satisfacción de estar
cumpliendo con sus raíces.
Esa ilusión y
esas ganas de vivir plenamente, como siempre lo ha hecho, lo han llevado a
experimentar intensas sensaciones y momentos que, a día de hoy pasados esos 20
años, puede decir, que 20 años lo fueron todo y más. Que, aunque echa de menos
a la familia que dejó del otro lado del charco, a los grandes amigos de una
parte de su vida y muchas cosas de su tierra, parte de su sangre a regresado al
cálido hogar. Se siente pleno. Ha cumplido su sueño y el de sus antepasados.
Vive con el alma aferrada a un dulce recuerdo que llora “felizmente” otra vez.