En
todas las especies, el olfato es sin duda, uno de los sentidos más importantes.
Es
el que nos indica, que está bueno y que no para comer o tomar, es el que nos
alerta de un peligro, es el que nos trae recuerdos.
Cuando
llegué a España, hace ya once años, tuve una regresión a la infancia muy
agradable. Me reencontré con los olores y aromas de cuando me criaban y
me colaba en la cocina de mis abuelos. El aroma y sabor del arroz con leche y
canela, las frituras con aceite de oliva, los guisos, el alioli, el aroma a
sopa de cocido. Hasta el penetrante olor de la laca Nelly me hicieron dar más
de una vez la vuelta para ver a una señora en la calle, recordando a mis
abuelas cuando regresaban de la peluquería.
La
memoria olfativa juega un papel importante a la hora de seleccionar que nos
gusta y que no. Los olores pasan de la nariz al sistema límbico, donde se
encuentran las emociones más primarias sin pasar por el cortex, donde se
encuentra la zona más racional. Si es un olor nuevo, se cataloga entre
agradable o no. Si es agradable y delicioso pasará a ser un aroma y si es lo
contrario, pasará a ser un detestable olor. Esto dependerá de muchos factores,
principalmente anímicos y de la comparación con los archivados en la memoria
hasta el momento.
Si
por ejemplo, hemos viajado a Marruecos y fue un viaje de placer dónde nuestros
sentidos se pusieron las botas, la hierbabuena al volverla a encontrar en
cualquier plato o bebida luego de haberla disfrutado en el famoso té moruno,
nos traerá ese maravilloso recuerdo. Por el contrario, si las pasamos canutas y
estuvimos enfermos o mal acompañados en nuestra visita, el recuerdo será muy
desagradable.
Eso
es muy común aquí en España con la infusión de manzanilla, culpable de que
muchos detesten las infusiones y mal generalicen en que el “té es para cuando
estás enfermo”. ¿Por? Nuestras madres y abuelas, cuando estabas malito y eras
un peque, nos hervían y cocían un brebaje intomable de manzanilla. Tan mal
hecho por una parte y asociado a que no te encontrabas bien, hacen que hoy esta
generalización nos quede marcada a fuego en nuestra memoria olfativa. Este
ejemplo lleva también, a que el olfato está muy relacionado con el
sentido del gusto. Cuando estamos faltos de olfato por diversas razones, un
resfriado por ejemplo, nos pueden dar una cucharada de la peor comida o bebida
y no lo notaremos. Hagan la prueba, taparse la nariz y probar canela en polvo,
luego enjuagarse la boca y hacer lo mismo con cacao puro. No notarán
diferencia.
Hay
seis olores considerados básicos: Fragante, a especias, etéreo, resinoso, a
quemado y pútrido. Luego hay variantes, pero no voy a entrar a detallarlos a
todos.
En
una cata de vinos o cualquier otro producto, será por lo tanto, muy difícil de
encontrar aromas a kiwi, vainilla, frutos rojos, especiados o tostados, si en
nuestra memoria olfativa no se encuentra dicho aroma u olor natural. Aclaro
natural, porque los artificiales dejan mucho que desear. Hay testers para los
que estudiamos sumillers que son realmente un desastre. Por mucho que se empeñe
un micro-biólogo, al que quiero mucho, en explicarme que la esencia de vainillina
artificial es igual al de una vaina natural de vainilla no logrará convencerme.
También
la memoria olfativa determinará que perfume seleccionaremos para nuestro uso
personal. Eso lo saben muy bien los perfumistas a la hora de crear cada
fragancia según a que público quieren llegar.
Dependerá
entonces de que un nuevo olor sea aroma, en gran medida a nuestro estado de
ánimo y de salud por sobre todas las cosas. Les aconsejo a que experimenten en
todo momento y a ser posible con aromas 100% naturales. Eso hará que nuestra
memoria olfativa sea aún más completa y poder mimar así mucho mejor el conjunto
de nuestros sentidos!
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